Tzvetan Todorov, Elogio del individuo. Ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento, Galaxia Gutemberg, 2006.
Traducción: Noemí Sobregués
Durante la Edad Media el individuo parece desaparecer del arte en occidente, los artistas no firman sus obras por lo que apenas conocemos a unos pocos de ellos y la iconografía, abrumadoramente religiosa, nos representa escenas sacadas de los libros sagrados o de las vidas de los santos destinadas fundamentalmente a la educación de las masas iletradas en los dogmas católicos y a proponer modelos de vida para alcanzar la salvación. El retrato individual por tanto no era demandado y la Iglesia imponía a los artistas, que no eran considerados más que unos artesanos especializados, todo un completo pero cerrado programa visual al servicio de la difusión religiosa.
Sabemos que con el Renacimiento esto empieza a cambiar y el individuo comienza a introducirse, al comienzo tímidamente, de nuevo en el arte. En primer lugar serán los artistas los que empiecen a reclamar las obras como suyas, exigiendo y obteniendo finalmente un reconocimiento a su labor creadora, elevándose sobre la anterior categoría artesanal a una nueva dónde el genio y el talento son reconocidos, buscados y recompensados. Por otro lado, la Iglesia pierde el monopolio de los encargos artísticos y tanto la nobleza como la nueva burguesía incipiente, rica y urbana, demandan objetos artísticos. Además con las nuevas ideas del Renacimiento llega el deseo de trascendencia, de mostrarse ante los otros, de ser recordados, y las familias importantes nobles o burguesas reclamarán a los más reconocidos artistas para realizar sus retratos.
Todorov en su estudio nos plantea que este nuevo irrumpir del individuo en la obra artística, sucede en primer lugar en la pintura flamenca del S. XV, incluso antes que en Italia, reconocida como cuna del Renacimiento, que en este punto iría a la zaga y sería aprendiz de los conocidos como primitivos flamencos. De forma que a través fundamentalmente del estudio de tres de los más reconocidos artistas del momento: Robert Campin, Jan Van Eyck y Rogier Van der Weyden va desarrollando sus ideas sobre la nueva importancia del individuo en esta nueva época, y como lo cotidiano va cobrando importancia como objeto artístico, situando al ser humano y su entorno en el lugar cada vez más central que el humanismo reclamaba para él.
Fotografía: Robert Campin, Retrato de una mujer, Londres, National Gallery.
Tweet